En
el año 1992 se celebró la primera Convención Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático. Sin embargo, hubo que esperar hasta al año
2015 para poner de acuerdo a casi 200 países y ratificar el Acuerdo de París.
Uno de sus objetivos principales es mantener el aumento de la temperatura media
del planeta por debajo de 2ºC respecto a las temperaturas preindustriales. Para
ello, el acuerdo establece medidas para reducir la emisión de los gases de
efecto invernadero. Por desgracia, el gobierno de Donald Trump comenzó el
pasado 4 de noviembre de 2019 el proceso formal para retirarse de este acuerdo.
En
gran medida, el cambio climático se puede considerar un problema energético.
Fuentes como el carbón o los combustibles fósiles producen grandes cantidades
de dióxido de carbono, uno de los principales compuestos de las emisiones de
efecto invernadero. Además, los combustibles fósiles son un recurso limitado.
Su reparto y localización geográfica no son homogéneos, por lo que si un
determinado país no quiere depender de las reservas de otros, debe buscar
fuentes de energía alternativas. Por otra parte, el uso del carbón para la producción de energía eléctrica
está cayendo en los últimos años.
Parece
evidente que si queremos combatir el cambio climático y, al mismo tiempo,
saciar nuestras necesidades energéticas, es necesario encontrar fuentes de
energía alternativas. Para eso imprescindible invertir en el desarrollo y
fomento de energías renovables, que el coste de generarlas y distribuirlas sea
competitivo y que disminuya la huella ecológica.
Referencias:
Comentarios
Publicar un comentario