El pasado año
se cumplía el 50 aniversario de la llegada del hombre (ser humano) a la Luna.
Este hito fue “tan solo” uno entre otros tantos que tuvieron lugar durante la
carrera espacial protagonizada por dos grandes potencias mundiales de la época:
Estados Unidos y La Unión Soviética. Esta carrera sin duda hasta ese momento la
iba ganando estos segundos habiendo sido los primeros en poner en órbita un
satélite artificial (el Sputnik, en el año 1957), poner en órbita a un animal
terrestre (la famosa perra Laika) o llevar a cabo la misión donde por primera
vez viajaría un hombre al espacio y volvería sano y salvo (Yuri Gagarin, en el
año 1961). También fueron pioneros en mandar a una mujer al espacio, a Valentina
Tereshkova, dos años más tarde. Sin
embargo, poco después de la llegada de Armstrong, Collins y Aldrin a la Luna,
la carrera espacial iría cayendo en el olvido. Los hitos mencionados serán,
probablemente, los momentos espaciales más especiales de una generación que
vivió esos momentos de cerca. Los millennials, aquellos nacidos entre
principios de los 80 y primeros años de este milenio, hemos nacido rodeados de
tecnología y muchas veces no somos conscientes de la cantidad de avances
producidos en estos términos en una franja de años muy corta:
telecomunicaciones, internet, GPS, todo ello a través de un dispositivo que nos
da acceso a todo el mundo y que podemos guardar en el bolsillo. No nos
impresionan estos hechos, lo tenemos naturalizado. Pero, ¿pensamos en ello
alguna vez?
En mi caso
concreto, reflexioné sobre esto en el verano de 2015, cuando se publicó la
imagen de Plutón captada por la misión New Horizons, diseñada por la NASA para explorar
este planeta, sus satélites y asteroides del cinturón de Kuiper.
Me resultó algo poético que el planeta que dejaba de
serlo menos de 10 años antes de la toma de esta imagen, respondiera
regalándonos una imagen en la que se puede apreciar la forma de un corazón,
protagonizando las redes sociales durante días, y dejándonos numerosos memes.
Sin embargo, este no es mi momento espacial por los
memes, las risas o la forma de corazón la superficie de este planeta enano. La
razón por la cual lo recuerdo es por la reflexión que hice a raíz de ello: en
menos de 20 años, la ciencia, de la mano de la ingeniería, ha permitido
desarrollar la tecnología necesaria para poder obtener este tipo de imágenes. Y
es que, en el año 1996, no hace tanto tiempo, en plena era millenial, la mejor
imagen que se podía obtener de Plutón era la imagen pixelada que se muestra
justo aquí debajo y, posiblemente, la reflexión que muchos harían sería la de
pensar que hemos avanzado todo lo que se puede, que la ciencia encuentra topes
y que seguramente hayamos topado con alguno de ellos (no solo me refiero solo a
la imagen, sino la información que se puede obtener de ella y los avances que
puede traer consigo). Sin embargo, si la comparamos con la se obtuvo en 2015, resulta
hasta cómica, ¿verdad? Quizás, y solo quizás, hubo gente en 2015 que pensó
“ahora sí que hemos llegado al límite”.
Pero, ¿realmente es así? ¿qué podemos esperar de los
avances que la ciencia nos regalará? ¿existe realmente ese límite de avances
que podemos llegar? Todavía quedan muchas preguntas por responder, pero de lo
que puedo estar seguro es que la ciencia no se hace sola, y para ello, hay que
impulsarla.
Termino con la siguiente reflexión: ¿sin avances en
ciencia y tecnología, qué guardaríamos ahora mismo en los bolsillos?
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