Al
reflexionar sobre esta cuestión me viene a la cabeza la novela 1984 de George
Orwell. En ella se plantea la existencia de una neolengua, una versión
simplificada del inglés. El régimen totalitario impone su uso con el objetivo
de controlar el pensamiento de la población y evitar lo que el Partido
considera “crímenes mentales”, es decir, pensamientos que consideran ilegales.
Así, al reducir el vocabulario y la gramática, se establecen límites al
pensamiento. Bajo esta premisa, se encuentra la idea de que el pensamiento y
las palabras son dos conceptos estrechamente vinculados.
Intento
buscar formas de pensamiento en las que no sea estrictamente necesario recurrir
a palabras, pero solamente me vienen a la cabeza señales de tráfico, semáforos
visuales y acústicos… No estoy convencido de que sean buenos ejemplos. El hecho
de que hayamos automatizado esos estímulos no significa que no podamos asociar
esos pensamientos a palabras. Considero que cuando somos adultos y hemos
adquirido cierto dominio de una lengua nos resulta complicado desligar ambos
conceptos. No veo cómo podríamos elaborar planes de acción y transmitirlos sin
el uso del lenguaje.
Pienso
por otra parte en el caso de personas menores de dos años. ¿Podemos afirmar
que, al no haber interiorizado aún una lengua, no piensan? La respuesta es que
no. En esa edad utilizamos diferentes alternativas al lenguaje para poder
comunicarnos y, de esa forma, expresar nuestros pensamientos.
Sin
duda, el lenguaje es una herramienta extraordinaria para interactuar con
nuestro entorno. Se me ocurre, por ejemplo, que la etimología de las palabras
nos ayuda a comprender rasgos culturales de una sociedad, como pueden ser sus
usos y costumbres. A partir de ellas se pueden interpretar mejor diferentes
formas de pensamiento y comportamiento. Por otra parte, una determinada palabra
puede tener diferentes significados en diferentes situaciones, por lo que el
lenguaje en sí puede no ser suficiente para definir una idea. En ocasiones,
además del lenguaje resulta necesario interpretar el contexto y nuestra habilidad para hacerlo
también depende de experiencias previas.
En
cualquier caso, es evidente que el desarrollo del lenguaje supuso un antes y un
después en el desarrollo de nuestra especie.
Comentarios
Publicar un comentario